Escribe. Escribe, maldito.

Los Peligros del Lenguaje

In LogoPhilia on septiembre 30, 2006 at 11:56 am

Leo sendos artículos en La Vanguardia de hoy que me ponen en alerta acerca de los peligros del lenguaje.

El primero, es un artículo de opinión que viene firmado por Remei Margarit, con título «La Mesura del Lenguaje». En él, se habla del peligro del lenguaje como compulsión, a costa de imponer la peregrina teoría del «si no hablas no eres nadie».

Os cito un fragmento del artículo:

 «Hablar por hablar, sin necesitar respuestas ni interlocutor, también puede ser un mecanismo para defenderse del miedo a dejar de existir. Existe una clase de confusión que otorga al habla y a los sones que salen de ella la confirmación de la propia existencia, la cuestión sería: ‘Hablo, luego existo'»

El artículo utiliza el ejemplo de los programas del corazón y sus tertulias, llamémoslas así, en el que el uso del lenguaje con decibelios se convierte en el arma arrojadiza más barata y efectiva (ya se sabe que utilizar los puños tiene sus consecuencias, que para eso somos una sociedad civilizada…). Y en medio de todo el artículo una pequeña perla:

«Hablar no es sólo articular palabras -los loros también las articulan- sino ser consciente de que se está ante otra persona que escucha y debe responder a un intercambio de pareceres».

Lo que me lleva al otro peligro que plantea el lenguaje hoy en día. Y es que leo, también en La Vanguardia, que Corinne Maier, autora de Buenos Días, Pereza, acaba de publicar un libro en el que desenmascara a los intelectualillos de tres al cuarto que tratan de encaramarse en los panoramas de la reflexión y dialéctica ideológica de hoy en día disfrazando su falta de talento tras el lenguaje. No es éste un mal exclusivo de nuestros días, puesto que el fariseismo intelectual siempre ha existido, pero si que el ejercicio de Corinne parece un intento interesante de denuncia a la j’accuse que merece la pena seguir. Y es que la democracia, con tantas cosas buenas que tiene, también hace accesible los vicios de los intelectualoides y de la cultura a cualquiera que quiera posar en la foto, y el lenguaje se convierte en el mejor medio para ello -de nuevo, porque es barato y efectivo: nada más hace falta un diccionario y algo de buena memoria, además de un sentido de falta de propiedad, decoro y empatía.

Ahí van algunas perlas del libro:

«En una escena, un candidato a ello [faro cultural], pregunta a una experta: ‘Y en sus simposios y revistas ¿cómo se saluda la gente? ¿cómo se dice »hola»?. Su interlocutora, con el ceño fruncido, le responde: ‘¿Se refiere usted al protocolo de cortesía que codifica las interrelaciones entre locutores y alocutarios?'»

O por ejemplo,

«…No digan más cosas como ‘no estoy de acuerdo’ (es mejor «este paradigma es controvertido»)»

Hilarante. Me recuerda a la mujer de Woody Allen en Granujas de Medio Pelo, que de paleta deriva a aspirante a snob con clase por medio de la compra indiscrimindada de obras de arte y la violación más burda del diccionario, empezando por la A hasta llegar a la Z.

Me parece interesante la reflexión acerca de los peligros del lenguaje en un blog como este, dedicado a las palabras. Y es que utilizarlas es fácil, está al alcance de cualquiera, también de los loros. Pero hacerlo con gusto y buen uso es quizás el ejercicio más complicado. Y es que en el medio estás, virtud, como dijo el amigo Aristóteles: entre la verborrea más desenfrenada y bastarda, monologante y egoista, y el disfraz locuaz y vácuo, también monologante y también egoista.

Es por ello que se echan de menos personas como Lázaro Carreter y su libro El Dardo en la Palabra, alguien que se ocupe de perseguir las atrocidades que se comenten en el lenguaje, que de tan expuesto parece inmune y no lo es. Por eso quise llamar a este blog Palabrerías, porque creo oportuno que volvamos la atención sobre el lenguaje, que dice tanto de nosotros. Y por eso apuesto por una vuelta a la sencillez y a la escucha, al diálogo abierto en el que las voces vuelvan a la melodía y se olviden de la estridencia. En el que usar palabras se convierta en un ejercicio de tender puentes de doble dirección con los demás.

Es por ello que estáis constantemente invitados a participar con vuestros comentarios, palabreros.

Un saludo.

  1. […] Este fin de semana la cosa va de lenguaje y sus menudencias. Si antes de ayer hablaba de Los Peligros del Lenguaje, hoy toca hacerlo de la Filosofía del Lenguaje. […]

  2. el monologante es egocentrico, tiene inseguridades, miedos, teme a la critica, habla de si mismo, evita la vulnerabilidad, opta por la rigidez por que tiene miedo al cambio y no quiere aceptar su error.

    no lo importa q nadie le escuche, solo le interesa decir lo q tiene q decir y no para de hablar.
    se cree superior a los demas.
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